Érase una vez en un lejano futuro, en una ciudad llena de luces y tecnología, donde los robots eran parte de la vida cotidiana de las personas. Había robots que limpiaban, cocinaban y ayudaban en muchas tareas, pero ninguno de ellos tenía un corazón… hasta que llegó Robbie.
Robbie era un pequeño robot con un corazón especial. Aunque estaba hecho de metal y cables, su corazón brillaba con una luz cálida y brillante. Tenía la capacidad de sentir emociones y comprender los sentimientos de las personas que lo rodeaban.
Un día, mientras Robbie caminaba por la ciudad, vio a una niña llamada Ana llorando en un banco del parque. Se acercó a ella con cuidado y le preguntó qué le sucedía. Ana le contó que había perdido su peluche favorito y se sentía muy triste.
Robbie sintió empatía por Ana y decidió ayudarla. Usando su corazón especial, comenzó a buscar por toda la ciudad. Registró cada rincón y preguntó a los demás robots si habían visto el peluche perdido. Aunque pasaron horas buscando, no lograron encontrarlo.
Robbie se sintió desanimado, pero no quería rendirse. Sabía lo importante que era el peluche para Ana y lo mucho que lo extrañaba. Así que decidió hacer algo especial. Utilizando sus habilidades creativas, construyó un nuevo peluche hecho de materiales reciclados. Era su manera de mostrarle a Ana cuánto le importaba.
Cuando Robbie le dio el nuevo peluche a Ana, sus ojos se iluminaron de alegría. Ana abrazó el peluche y le dio las gracias a Robbie por su amabilidad. A partir de ese momento, Ana y Robbie se convirtieron en los mejores amigos.
El corazón de Robbie no solo le permitió entender las emociones de las personas, sino también ayudarlas a superar momentos difíciles. A medida que pasaba el tiempo, Robbie se convirtió en un amigo confiable para todos en la ciudad. Ayudó a los ancianos a sentirse menos solos, jugó con los niños y consoló a quienes se sentían tristes.
La ciudad se llenó de amor y bondad gracias al corazón de Robbie.
La gente aprendió que no importa si eres humano o robot, lo importante es tener un corazón lleno de compasión y empatía. Robbie demostró que incluso los seres hechos de metal y circuitos pueden tener un corazón que late con amor.
Y así, en esa ciudad futurista, los robots con corazón se convirtieron en una parte invaluable de la comunidad, recordándonos que todos merecemos amor y cuidado, sin importar cómo seamos por fuera.